jueves, 2 de enero de 2014

Mi vida...

Debo decir, cuando se fue usted aquella noche, de eterna inseguridad, me dejó un vacío en el alma, con ganas de necesitarlo cuando mis manos fueron atadas, y mis pies quemados en torno a su vacío corazón que nunca ha dejado de ser mío, mi señor, no me deje sin su palabra de bienvenida, no me deje en el hoyo número tres del centellazo.