lunes, 14 de julio de 2014

De ti, nada.

Fuimos aquellos sentimientos encontrados que solo se ven en las películas antiguas, en donde me tomabas de la cintura y me sonrojaba, en donde locamente me tomabas de la nuca y besabas con pasión mis dulces labios,  sin embargo,  nos encontrábamos en el limbo del “tú y yo”, no sabíamos en dónde nos encontrábamos como pareja (si es que alguna vez lo fuimos).  Hoy, luego de algunos años,  tengo a alguien más, no se parece a ti, no se llama como tú, no lo trato como a ti, pero su rostro es tan suave como lo eran tus manos cuando por las noches chocaban con mis brazos fieles, esa suavidad me recuerda a las noches oscuras que amábamos ver pasar. También aquellos ojos, no se parecen a tu cielo azul de domingo, los de él son más como una fusión entre tu franela favorita con estrellas fugaces y el café tan cargado de azúcar que amabas, extrañamente no se parece a ti, pero lo comparo contigo. Al despertar no es como tú, no me despierta con rosas rojas ni un desayuno, mas me regala aquellos labios que me hacen sonreír de locura pasión, y un café como me gusta, poca crema y poca azúcar, y, por supuesto, me dice un chiste gracioso que no se parece a ti. Cuando me invita a salir, solo me traspasa con la mirada pícara y me dice con gesto silencioso: “Tómate tu tiempo, cielo”. Si, me dice cielo, no como tú, que me llamabas por mi nombre.  Los domingos por las mañanas se queda silenciosa la pieza y me asombra no encontrarlo viendo tus canales de béisbol, sino que me prepara el almuerzo y entre los dos vemos en canal de fútbol que nos gusta. No tiene ni una pizca de parecido a ti, lo que es extraño, nunca había  conocido a alguien así, tú eras como eran los otros, una copia de miles más, y él, simplemente es él, lo demuestra así y tú te sientas a leer mi cuaderno de noches mientras él me lee a mí cada noche.