domingo, 3 de febrero de 2013

Una respuesta larga a una pregunta corta.

Es una de ésas preguntas a la cual una respuesta corta es imposible dar, pues tu mirada, vendría siendo mi respuesta, pero no es la que quiero, me gustan tus cejas negras, y la manera en la que combinan con tu cara,  me gusta tu mirada, ¡tus ojos! que son del color de la corteza de un árbol, así de marrones son; me gustan tus labios, tus besos, cada uno que tus labios marcan me dicen que me quieres; me encanta la manera en la que tus manos pasan por mi cara, por mi cuello, por mi espalda y mis brazos, es imposible que no me guste la sensación que se siente cuando apenas tocas mi piel, la cual está totalmente loca por ti  me enloquece cuando respiras cerca de mi cuello, de mi espalda y de mi oído, me enloquece cuando me dices al oído que me quieres, adoro tus mensajes tan tiernos, tus palabras amorosas las cuales me hacen sonrojar, la manera en la que me tomas desprevenida de la mano, y ésa mirada dulce, amo perderme en ella; ésa sería mi respuesta.

Tal vez un sueño.

Un camino que veo al atardecer, una salida que no he estado buscando, pero la encontré. Un nuevo color que veo en el césped, no es el típico verde, hoy más que otro día lo he extrañado, la existencia de aquellos seres mágicos que veo pasar de flor en flor, de hoja en hoja, a tiempo que decido acercarme a ellos, se desvanecen, logro caer en cuenta de aquél cielo, un cielo fucsia, que cambia poco a poco a un color morado  lila, que decide acecharme de vuelta a casa, un camino que encuentro lleno de pétalos de rosas marchitadas,  no logro entender a dónde quieren llevarme, pero las sigo, mis cabellos me hablan, me cuentan que se sienten extrañados, y es cuando me doy cuenta que hay una persona al otro lado del bosque de árboles azules, en medio de la oscuridad que no había logrado descifrar, pero aquella persona no se encuentra feliz, no logro ver su cara o siquiera ver bien su cuerpo; camino hacia él y diviso un alto poste con su luz casi apagada, acaba de llover, decido regresar a mi hogar, y me doy cuenta que no existe tal cosa, que la noche fría se ha llevado mi alma, la ha dejado tirada en un basurero, y mi cuerpo, entre cenizas de un bosque que tropezó con unas malas palabras.