Aquí espero responder tus dudas.
Si, sabía al comienzo de esta historia, que ni ellos serían los ellos que fueron el infierno, y sus parejas, el cielo; sabía que no esperabas lo que aconteció aquella noche, en aquella montaña, que todo cambió y no para bien, quizás, desde mi punto de vista, si lo hizo, seamos sinceros, pues, en tus manos está el poder de cambiar el tiempo si aún lo deseas, no pretendo decirte qué hacer ni cuándo hacerlo, sin embargo, te suplico este día de amanecer perdido, de horas estropeadas, y amante sin rencor, que vuelvas, que pienses en ti, pero que no me olvides, a pesar de las deshoras y deshonras que pasamos, las pasamos juntos, y es lo que importa ¿no crees? Tú, corazón, eres el que nunca pensé, sorpresivo fue el detalle de la muerte, salvaje fue y es, el recuerdo de mis segundos junto a tu loca mente, tus latidos tan sujetos a los míos, tus lágrimas tan secas y fuertes como las mías, pero, tus manos, tus manos tan suaves, tu nariz tan perfecta, tu altura que me recuerda a mis sueños que me hacían llorar de alegría, como tú, claro está. ¡Tu mirada! con esos ojos color mostaza, de los que juré nunca caer, y aquí me encuentro, perdida como la misma aguja, como la misma tonta que se enamoró bajo la lluvia del tercer otoño juntos, del tercer accidente juntos. Nunca, en el invierno, pensé que me atropellarías, me tuviste entre brazos de metal y tubos de carretera, entre tu auto y mi árbol, me enamoraste al sentir tu mostaza y fría mirada que golpeó mis chocolates y miedosos ojos; hoy, bueno, hoy, luego del último accidente espero por ti en nuestra casa, bueno, nuestra no, mí casa, sigo esperando bajo la lluvia de cenizas que llegó hace dos horas, te espero con mi taza de parís que me obsequiaste cuando llegaste el primer día del que sería "nuestra vida". Está llena, mi taza, con gotas de luna llena, un poco de cenizas azules, y té de jamaica, también está tu taza, del color de la noche, llena con tu café Juan Valdéz que tanto adoras, con el toque de azúcar, como te gusta, sí, te conozco tan bien que sé con cuántas cucharadas de dulce llena tu taza oscura. A principios de año, pasé por ti, en el aeropuerto en donde nos vimos por última vez, curioso, nunca supimos que sería la última vez, pero así lo pensábamos, te esperé como la primera primavera, no llegaste, nunca lo prometiste, aunque en el corazón me daba esperanzas que sí llegarías, sorprendentemente no lo hiciste, no sé si fue un alivio o una tristeza, no estabas, desde ese día no dejo de esperarte, y me siento todas las noches frente a la ventana, por ti, a veces opto por una buena botella del Vino Tinto francés que tanto amas, aquél tan seco y exquisito, como tú, pero esta noche prefiero mi té, me recuerda a ti. Espero tu llegada, para comenzar el hogar que siempre soñamos, espero tu llegada para saber qué fue de tu hermana en Alaska, espero tu llegada para decirte que mis padres se mudaron para Italia, espero tu llegada para decirte que estaba desempleada, pero ya no más, espero tu llegada para soñar junto a ti, y soñar contigo, espero tu llegada para comenzar la realidad, pero no estás y yo no estoy, cuando partiste hacia el lugar, partiste conmigo, solo vago por los recuerdos, me quedo en la monotonía, deshecha, la montaña espera por nosotros para mostrar nuestro amor en ella, te espero, no te tardes, muero del frío, no importa la hora, solo despiérteme, me gusta saber que has llegado.
Recuerda, tráeme el dulce de almendras que te pedí la noche de hace un año.
Ansío que pasen volando estos tres días de soledad desinteresada, quiero ver tu rostro.
¿Mejor?
A. B.