jueves, 31 de octubre de 2013

Aquellos días desolados.

Me he cansado, no eternamente, pero estoy cansada, el placer del sonido ha disminuido, el equilibrio entre el calor y el frío se desarmó, el cantar de las aves cambió y ya no existe, como el corazón disminuye el total de sus latidos, estoy sin ti y estoy contigo, entiendo que no es el mejor de mis momentos, las cosas han cambiado, empeorando el futuro, enterneciendo el pasado, acabando gota a gota con los párpados azules del mar, empequeñeciendo el inútil y estúpido amor, que se ha agotado, que mis alas ha cortado, siendo el único que no se despeja de mi mente, las ansias, llenando mi vacío de ira, de rabia hacia las pequeñas cosas como el agua, igual importan, pero no existo, pero nazco y muero con el maldito segundo de la muerte en la que vivo, deseando quedarme en el cielo, y es por eso que me detengo a mirar sus olas de nubes, a sus degradados coloreando mi rostro, mi cabello, ensuciando de alma a los deseosos de ello, me quedo fija, sin discutir, sin llorar, sin sentir, me quedo vacía, me convierto entre cada insulto en mi mayor miedo, en la monotonía, me convierto en uno más de aquellos, destrozando mi rencor y haciéndolo silencio, me trago los gritos desesperados que desgarran mi garganta, me arranco con mis uñas la suciedad de mi cuerpo, el asco que siento hacia ellos, me quemo, sintiendo el fuego acercándose, tocando las puntas del alma, apagando mi sueño, asombro, mi mirada, y toda mi vida queda en eso.

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