Aquí estaba, con mis cabellos tan parecidos al mejor whisky echados a los
lados de mi cuerpo como si un huracán me hubiese encontrado a mitad de la
calle, sólo a mí. No lo podía creer, por años había intentado olvidar mi pasado
tan asqueado y creía que esa noche obtendría el cierre que tanto añoraba, pero
mi vista perdida en las hojas oscuras sólo me recordaba la suciedad que nunca
escondería de la vista de todos. Justo cuando obtuve la fuerza para levantarme
e intentar caminar hacia la verdad sucia o enfrentar la bestia de mi alma, alcé
la vista al único ruido que me puso en guardia y no me sorprendió ver al autor
de mis pesadillas. Mí desgarrada garganta hizo un ruido que no controlé y di un
paso atrás en el asfalto del vecindario que siempre tenía ojos y curiosamente
hoy ni un alma aparecía en la ciudad que nunca duerme.
-¿No fue suficiente lo que ya hiciste? ¿O quieres echarme en
cara una vez más que tú dañaste mi pasado y probablemente mi futuro?- Pregunté
intentado aclarar mi nublada vista.
-Tú nunca me quisiste- Lo dijo más como una afirmación que
una pregunta. Di un asustado brinco no por su asquerosa voz sino porque su risa
sarcástica me puso los pelos de punta.
-Déjame sola- susurré con miedo - ¡Vete!- Grité e intenté correr
hacia otro lado antes de que sus blancas manos como leche me atraparan.
Corrí y
corrí como si estuviera en un maratón, no notaba mis estúpidas lágrimas rodar
por mis rosadas mejillas, no notaba los golpes que me había ganado por culpa
del auto volcado, no notaba la falta de aire en mis pulmones y mucho menos noté
cuando unos brazos me atraparon y caí, caí como una bolsa de cemento, caí y no
noté qué me atajo, sólo sentí unas manos cálidas gritar y pedir ayuda.
No necesitaba esto, no quería esto, me negaba a participar
en una vida que no tenía futuro, había intentado escapar de algo que no podía
borrarse, la misma noche cayó en gritos asustados cuando me vieron caer una vez
más, las estrellas me intentaban ayudar, las voces del césped me decía día a
día que no huyera, que aceptara la vida
que me había tocado. No fue hasta que me di cuenta que el sol me amaba, que la
luna no necesitaba de nadie para sobrevivir allá arriba, que los cuadernos no
se escribirían solos, el universo me
tendió la mano de nuevo, el tren lo perdí y aún estaba la incógnita de un gran
corazón que latía hacia mí.
Así que desperté.
-Dios mío, estas aquí- susurró con un fuerte suspiro y sus
ojos rojos llenos de lágrimas me veían directamente como diciendo que nunca
había sufrido tanto. Sólo sonreí sin saber dónde estaba o si había alguien al
acecho.
-Dime ¿Tan mal estoy?-
Pregunté y él sólo me vio con amor y algo más.
-Yo lo único que sé es que estás completa y estás acá. El
resto es historia y de ti sólo me importa el futuro, porque te aseguro que será
conmigo- Me besó en la frente y en sus ojos tan verdes como las paredes de la
habitación pude notar su convicción. –De ti quiero besar cada golpe, cada
rasguño, cada moretón, cada punto que hay en ti. Así como quiero besar cada
lunar de tu cuerpo y contarlos, besar y unir con un lápiz las pecas de tu
rostro que son once, y lo sé porque tantas veces las he visto que las busco
cada día. De ti anhelo poder llevarte a cenar tu comida favorita y luego
llevarte a bailar un poco de Frank Sinatra en Central Park. Ver las estrellas y
la luna mientras nos envuelve el ritmo de Strangers in the night. Te quiero hoy
y te quiero siempre. Quiero ver tus ojos de dos tonos de azul cada mañana,
quiero darte la sorpresa de los cafés como te gustan, un poco fuerte y con poca
azúcar para empezar el día, en las tardes te gusta con leche y con más azúcar.
Quiero ser tu fuerza, tu razón para escribir en tu cuaderno de plumas que te
encanta llevar a todos lados y ver cómo escribes mordiendo tu labio. Este es el
futuro que quiero y tú no puedes negarte.
¿Y yo no pensaba decir nada?