domingo, 26 de junio de 2016

Noche de desastre.

Aquí estaba, con mis cabellos tan parecidos al mejor whisky echados a los lados de mi cuerpo como si un huracán me hubiese encontrado a mitad de la calle, sólo a mí. No lo podía creer, por años había intentado olvidar mi pasado tan asqueado y creía que esa noche obtendría el cierre que tanto añoraba, pero mi vista perdida en las hojas oscuras sólo me recordaba la suciedad que nunca escondería de la vista de todos. Justo cuando obtuve la fuerza para levantarme e intentar caminar hacia la verdad sucia o enfrentar la bestia de mi alma, alcé la vista al único ruido que me puso en guardia y no me sorprendió ver al autor de mis pesadillas. Mí desgarrada garganta hizo un ruido que no controlé y di un paso atrás en el asfalto del vecindario que siempre tenía ojos y curiosamente hoy ni un alma aparecía en la ciudad que nunca duerme.

-¿No fue suficiente lo que ya hiciste? ¿O quieres echarme en cara una vez más que tú dañaste mi pasado y probablemente mi futuro?- Pregunté intentado aclarar mi nublada vista.

-Tú nunca me quisiste- Lo dijo más como una afirmación que una pregunta. Di un asustado brinco no por su asquerosa voz sino porque su risa sarcástica me puso los pelos de punta.

-Déjame sola- susurré con miedo - ¡Vete!- Grité e intenté correr hacia otro lado antes de que sus blancas manos como leche me atraparan. 

Corrí y corrí como si estuviera en un maratón, no notaba mis estúpidas lágrimas rodar por mis rosadas mejillas, no notaba los golpes que me había ganado por culpa del auto volcado, no notaba la falta de aire en mis pulmones y mucho menos noté cuando unos brazos me atraparon y caí, caí como una bolsa de cemento, caí y no noté qué me atajo, sólo sentí unas manos cálidas gritar y pedir ayuda.
No necesitaba esto, no quería esto, me negaba a participar en una vida que no tenía futuro, había intentado escapar de algo que no podía borrarse, la misma noche cayó en gritos asustados cuando me vieron caer una vez más, las estrellas me intentaban ayudar, las voces del césped me decía día a día que no huyera, que aceptara la  vida que me había tocado. No fue hasta que me di cuenta que el sol me amaba, que la luna no necesitaba de nadie para sobrevivir allá arriba, que los cuadernos no se escribirían solos,  el universo me tendió la mano de nuevo, el tren lo perdí y aún estaba la incógnita de un gran corazón que latía hacia mí.


Así que desperté.

-Dios mío, estas aquí- susurró con un fuerte suspiro y sus ojos rojos llenos de lágrimas me veían directamente como diciendo que nunca había sufrido tanto. Sólo sonreí sin saber dónde estaba o si había alguien al acecho.

-Dime ¿Tan mal estoy?-  Pregunté y él sólo me vio con amor y algo más.

-Yo lo único que sé es que estás completa y estás acá. El resto es historia y de ti sólo me importa el futuro, porque te aseguro que será conmigo- Me besó en la frente y en sus ojos tan verdes como las paredes de la habitación pude notar su convicción. –De ti quiero besar cada golpe, cada rasguño, cada moretón, cada punto que hay en ti. Así como quiero besar cada lunar de tu cuerpo y contarlos, besar y unir con un lápiz las pecas de tu rostro que son once, y lo sé porque tantas veces las he visto que las busco cada día. De ti anhelo poder llevarte a cenar tu comida favorita y luego llevarte a bailar un poco de Frank Sinatra en Central Park. Ver las estrellas y la luna mientras nos envuelve el ritmo de Strangers in the night. Te quiero hoy y te quiero siempre. Quiero ver tus ojos de dos tonos de azul cada mañana, quiero darte la sorpresa de los cafés como te gustan, un poco fuerte y con poca azúcar para empezar el día, en las tardes te gusta con leche y con más azúcar. Quiero ser tu fuerza, tu razón para escribir en tu cuaderno de plumas que te encanta llevar a todos lados y ver cómo escribes mordiendo tu labio. Este es el futuro que quiero y tú no puedes negarte.




¿Y yo no pensaba decir nada?  

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