Estaba bien antes de conocerte, quizás sabía que existías pero nunca te busqué, estaba en mi mundo antes de conocerte, tú estabas en otra línea de tiempo y vida antes de conocerme.
Los días contaban, el mundo se movía y yo seguía en mi planeta de colores vivos pero sin conocerte, puedo seguir mi vida incluso después de haber conocido tú existencia.
Recuerdo ese día, un poco nublado pero pienso que puede ser bonito contarle a nuestros hijos y nietos la hermosa historia de cuando me topé con la dicha de encontrarte, quizás nunca suceda o quizá, solo quizá, exista una pequeña posibilidad de que tú y yo seamos uno para siempre, estoy dispuesta a ver qué nos tiene el contrato preparado para nosotros... Pero me distraigo al recordar la primera vez que te vi.
Era un miércoles del mes de junio del año 2013, había sido uno de esos días que pasaba toda la mañana fuera de casa, en el caos del calor en la ciudad que quema, salí a las 6 de la mañana de casa dispuesta a ser feliz un día más, uno de mis profesores favoritos daría un taller al público y me anoté, el hecho es que al llegar la tarde, luego de una exhausta mañana en clases, humo de autobuses, estaba yo sentada con mis amigas en mi librería preferida, esperando el taller, tomé asiento en una silla del círculo central, mi bolso tejido iba directo al suelo junto a mis botas negras militares, estaba cómodamente vestida con unos pantalones deportivos pegados, una franela fabricada por mi hermana, era roja y tenía una galaxia pintada en su tela. Mi cabello era un mágico desastre que intentaba esconder bajo un gorro tejido, sin maquillaje porque en esos días me negaba totalmente a esas cosas.
El caso es que ahí me encontraba yo, siendo tan caótica, hermosamente desastrosa y distraída, hablaba pausadamente con mis amigas hasta que escuché la puerta abrirse, eras tú, mis amigas con sus miradas me hicieron señas para voltear a verte y admito que desde ese momento me sentí en una nube como cada miércoles después de ése. Llegaste al círculo y dijiste: "Buenas tardes, señoritas" y tomaste asiento frente a mí, ahí estabas, tan irresistible cómo quizá lo has sido siempre, cabello oscuro, corto y peinado hacia un lado con gelatina para el cabello, tu piel se veía tan suave que tuve que patearme mentalmente para no tocarte, tú con tu traje tan perfecto emanabas hombría, respeto y caballerosidad, tomaste tu agenda junto a un periódico, estabas en tu mundo, esto no lo sabes, pero ese día mi mundo estalló y yo me preguntaba: "¿Este tipo de equivocó de lugar?" "¡Alguien tan bello no necesita un taller de creación poética porque él es un poema!".
Ese fue el primer día que decidí quererte por siempre incluso sin conocerte, quizás nunca sucedería nada, estaba tan equivocada amor mío, sucedió que tus estrellas colisionaron con mis planetas y lunas, la explosión nunca ha detenido sus destellos, te anhelo, te añoro, quizá un poco de té antes de dormir a tu lado sea buena idea para un recuerdo, una canción cantada al oído justo antes de besarnos y una mirada de complicidad cuando cenemos con familia, puedo regalarte mis noches si tú me regalas tus mañanas, te doy chocolate y tú dame café para ser mocaccinos amor mío, dame besos tiernos y secos luego del vino al llegar del trabajo.
Bailemos Sinatra a la luz de la luna.
Esa noche prometida quedó en el aire.
Las estrellas me susurran que eres mío, cállalas o me lo creeré, quizá nunca más te vuelva a ver, tocar y besar, pero si de verdad eres mío, te tendré en casa pronto para prepararte torta de chocolate y besos bajo la sábana a cualquier hora y cualquier día de la semana.
Patricia Franco Tirado.