Ya no sé en dónde vivo, ni en dónde tengo los pies puestos, he perdido la cordura y hasta la esperanza. Se han acercado tiempos de tormentas a mi vida, a mi lugar cómodo que ya no existe. La palabra amor ya no cabe ni se asocia a este lugar, he perdido mi esencia de paz y tranquilidad. Intercambié mañanas de "Buenos días" por "Vamos a ver qué dicen las noticias de hoy". Me he vuelto adicta a algo en lo que me he resignado, las redes sociales. Mis días ya no son de pie esperando el autobús, sino caminando por calles devastadas y cansadas de tanta sangre. Las conversaciones con mis amigos ya no son "¿Qué cuentas, qué has hecho?" ahora es "¿¿Estás bien?? ¿Fuiste a la marcha?". Las aulas de clases han perdido alumnos y los pupitres lloran por su ausencia, por los caídos. Ya no me preocupo por la ausencia de palabras, por la ausencia de mi presencia en lugares que me llenaban de felicidad. Estoy rodeada de impaciencia, de tristeza, de rabia de unos a otros. Ya ni bandos existen, ya no son dos, son más. Caigo en la oscuridad de la rendición, de una lucha que me llena de fuerza, una lucha para acabar con algo llamado "gobierno" el cual sólo conozco uno, sólo he vivido en uno, cuando he podido vivir en más de cuatro. Mi alma y espíritu llaman a la ira, a la rabia, me convierte en un monstruo que siempre he evitado y he mantenido cerrado. Me grito a mí misma que nada me detiene, que la lucha valdrá la pena, no sólo para mí, sino para los que no están luchando porque no están de acuerdo, a pesar de su ideología política. Me grito a mí misma que la paz debe llegar, y que luego de la tormenta viene la calma, quizás hasta el arco iris. Se acerca el ojo del huracán, las calles no soportarán las lágrimas y caerán a llorar también. La tierra se unirá a nuestras marchas, a nuestras protestas, con sus propias pancartas y consignas. Se unirán las aulas, las pizarras y pupitres a protestar. Llegará el día que seremos una sola voz.
Pero, por los momentos, en un lugar lejano se encuentra aquél que no sabe en dónde está acostado. Están los sordos, ciegos, y mudos del país que muere y pierde credibilidad, también la esperanza. Venezuela cae poco a poco, y nosotros intentamos mantenerla en pie. No es tiempo de rendirnos. Nos falta calle por recorrer. La lucha empieza y evoluciona. Llegará minutos peores, llegarán segundos de desesperanza. Llegará la transición y no sabremos con exactitud qué hacer, pero, primero tenemos que llegar allí. Gracias a los caídos y los que intercambiaron sus nombres y vidas por tener el nombre Héroe. Doy gracias a ellos. Brindo por los que han salido desde el primer día, y siguen en pie como el primer día.
Es tiempo de no tener miedo, es tiempo de seguir en pie y en la lucha, por ti, por mí, por los que no creen en esto, por aquellos que lo merecen, y los que no, también. Es tiempo de quitarse los Stilettos y maquillaje, de dejar a un lado los videojuegos, tomar los zapatos deportivos y convertirlos en los de lucha, tomar una gorra y una bandera. Es tiempo de pisar la calle sin miedo, es tiempo de la historia. La oportunidad del futuro ha tocado la puerta, y nos ha dado la mano. Porque Venezuela lo merece, porque tú lo mereces.